Los rayos y las nubes bailan un vals al compás del viento que no para de repetir cuando alguien lo va a abrazar.
Nadie lo escucha (nadie lo quiere escuchar), sólo sonetos de aplausos invaden el lugar. Miles de colores caen como cataratas de canciones, de conejos y de caballos, que no paran de galopar. Todo en un sin fin de sonidos... los más maravillosos que jamás vas a escuchar.
Por Tatiana Moya
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