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domingo, 27 de marzo de 2011

Nada

Pensé que me había despertado mareado, sin embargo, me dije:

-¿Cómo se despierta uno mareado?

Y le eche la culpa a la soledad, que hasta la noche anterior no me dejaba respirar el aire para vivir.

Decido levantarme e ir al baño, pero me encontré más liviano, sin culpas, sin rencores, sin un oxígeno cargado de remordimientos para poder vivir.

En el baño estaba todo igual como lo deje cuando me acosté, con la diferencia que en el piso lleno de sangre roja color carmesí, estaba rodeando mi cuerpo; y en la mano, yo, llevaba el arma que me había regalado mi padre entes de morir.

Descubrí que lo había logrado, que había dejado esa vida en la tierra, esa vida sólo me daba soledad y culpas por no haber logrado salir adelante, luego de haberme quedado solo sin amor, y sin familia.

Ahora ya en la otra vida, ojala pueda encontrarme con los que alguna vez me amaron y me hicieron feliz.

Entonces, en aquel momento, me di vuelta y descubrí, que nada de ese mundo me pertenecía ya.


Por Nidia Lator

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