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domingo, 27 de marzo de 2011

ESCLAVITUD SEXUAL, UN NEGOCIO EN AUGE


Tráfico de personas, trata de blancas, son algunas de las denominaciones que se le asignan a uno de los negocios más siniestros que existen en nuestro país y en el mundo.

En Argentina la explotación sexual laboral sigue creciendo.

Nuestro país es muy barato para los turistas y no sólo para visitar los Glaciares, las sierras, o el obelisco, sino también para hacer turismo sexual rápido, barato y seguro con la complacencia de la policía de seguridad.

Las estadísticas son abrumadoras y desesperantes ya que sólo en un año se habrían denunciado la desaparición de 476 mujeres y 70 de ellas eran de Tucumán.

El objetivo principal del tráfico de personas es la explotación sexual, pero no sólo de mujeres, si no también de nenas y nenes menores de 18 años, donde las edades que oscilan son desde 5 hasta 12 años en varones, mientras que en las mujeres las edades promedio son de 5 hasta unos 25 años.

Siete mujeres menores de edad o niñas pueden llegar a producir 80.000 dólares por mes.

Esta cifra hace que en Argentina haya una ruta interna en el tráfico de mujeres y niñas destinadas a la prostitución y a la servidumbre sexual. Salta, Jujuy, Chaco, Catamarca y sobre todo Misiones, son los principales proveedores de menores para la prostitución.

Son las provincias donde se captan y reclutan con más facilidad niños y jóvenes, a los que se lleva a diferentes puntos del país.

Hay muchos niños y niñas sueltas, niños de la calle, muy pobres, necesitados, fáciles de llevar y hacer desaparecer, o bien se los compra por poco dinero a padres muy pobres y recargados de hijos que mantener y se los revende a los proxenetas de los prostíbulos.

La provincia de Misiones provee de un flujo constante de niños para turismo sexual, incluso para países vecinos. Hay un movimiento de más de cuatro mil niños en la red de turismo sexual infantil.

En esta red organizada del crimen, hay buscadores y captadores que siguen a sus víctimas, hacen contacto, tratan de ganar su confianza y la de su familia, ponen avisos, frecuentan zonas donde hay muchas jovencitas, prometen buenos trabajos, buenos sueldos, estudios, prometen la salida de la miseria para toda la familia y en poco tiempo, de ese modo captan a las víctimas a las que prometen cuidados, amparo, una vida mejor. Esta parte del trabajo lo hacen los captadores y los reclutadores.

Luego viene el viaje (que la víctima deberá pagar o en su defecto contraer una deuda), hacia ese destino ilusorio, entonces aparecen los transportistas.

Después, alguien las recibe y las llevan a algún lugar para vivir. Como la víctima debe pagar por todo esto: viaje, transporte, hospedaje, comida, están también los prestamistas que proveen de dinero con altos intereses, y embarcan a la víctima en una deuda que con el tiempo se hace impagable y en la que las jóvenes hipotecan su vida.

Las mujeres, las niñas, y los niños también, son llevados a un burdel, donde se las prepara para el nuevo trabajo, se les enseña y se las entrena, esto quiere decir que se las somete a violaciones reiteradas. O bien, se los usa para la mendicidad en la calle. En general, viven en esas casas-burdeles, están aislados de la población del lugar, salvo a través de su trabajo, no se comunican con sus familias, reciben muy malos tratos, abusos y tortura de toda índole, golpes, violaciones, palizas, a muchas jóvenes y niñas, que no se disciplinan, se los encadenada en alguna cueva y se los deja sin comer, para evitar su huída. Son duramente castigadas si no obedecen. Los traficantes de personas dominan con el terror, las familias están amenazadas, si estas mujeres tienen hijos, están amenazados de secuestro, o bien son secuestrados, sometidos, vigilados... comienza un camino de difícil retorno.


Por Lara Belén De Luca

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