Estábamos los dos, casi solos y medio sollozando; no faltaba mucho, era necesaria la palabra “ADIÓS”. Creíamos tenerla siempre y para toda la vida, pero hoy, hoy era el día de su partida. Mi hermano y yo sin lágrimas en los ojos, la despedimos. Ella pidió ser breve por favor, que no podría aguantar tal dolor; y así pasó, nos abrazamos y ella partió. Aun tengo esa imagen guardada en mi mente, como cuando dejan a dos cachorros en la ventana, esa mirada tierna, pero llena de tristeza y resignación; una mezcla de impotencia al saber que en el tiempo que dure la ausencia, no tendrán ni protección, ni certezas.
Así me vi el día en que ella se fue; con las orejas caídas bajo una ventana gris, mi hermano y yo, presenciando su partida…era mi madre la que se iba. ¡Adiós mami, lucha por tus cachorros y no dudes en volver!
Por Stefannie Guerrero Moncada
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